Una extraña lealtad
Luis Andrés Domingo Puertas
Las cosas sucedieron muy despacio.
Aquel verano,
con sus costas lejanas,
construyó la delgada cicatriz del silencio,
todo un acantilado entre nosotros.
Los tenaces rasguños de las motocicletas en la brisa
al caer el sol, noches de junio
que aprendían a rozar las sutiles fronteras
de un cuerpo imaginado. El corazón
como un tachón bordado sobre un sueño.
Fue aquella
una extraña lealtad que se abrazó al suicidio
cuando dejaba atrás el país de los juegos.
Noches
de un verano extendido en la tormenta,
porque nunca llegaste hasta mis quince años,
te habías ido
hasta una edad distinta, otro lugar
donde te busca
este esbozo de hombre que ahora soy y la nostalgia
que persigue en las noches
el súbito desnudo imaginario
de otra vida posible,
la que me pertenece,
la que nunca fue mía.